La pasividad estética que heredan los vanguardistas es similar al desconcierto literario actual. Los escritores repetían fórmulas, no reconstruían la realidad a través de la palabra, y por ello se tuvo que dar un rompimiento vertiginoso, total. En Europa las vanguardias fueron un reflejo del dolor y del miedo social hacia el futuro. El hombre había demostrado con la I Guerra Mundial que era capaz de matar sin remordimiento; aún faltaba la segunda. Los intelectuales ven que la vida puede terminar pero que el arte permanecerá. Pero sólo permanecerá el vanguardista, el ultraísta, es decir el que está “más allá” de su creador. En torno a esto se crean diversas corrientes sísmicas como el futurismo, expresionismo, ultraísmo, cubismo, surrealismo, entre otros. En América Latina, la continuidad formal en torno a Europa se recupera, es el coletazo de los cambios artísticos, y regresa a la senda guiadora —mas no al pastiche. América se solidariza por ciertas circunstancias que hacen ver el mundo inestable, como las revoluciones, los golpes militares y la distancia económica-social-tecnológica con el primer mundo. A principios de la segunda década del siglo XX, América Latina y Europa
Estaban más cerca que nunca, unidas por la derrota. Ante la desolación, la forma y las elucubraciones modernistas de Darío, Martí y compañía eran ilegibles, por ello se aceptan los postulados europeos de la mano de los latinoamericanos que allá residieron, como Huidobro para el creacionismo o Borges en el ultraísmo; a ellos se les une el estridentismo, que surge entre los años 1921 y 1927 e irrumpe con una serie de manifiestos que dan pie a la literatura contemporánea en México.
El estridentismo nace de la mano de Manuel Maples Arce, con los manifiestos publicados en Actual, y poco a poco se rodea de seguidores, como Kyn Taniya, Germán List Arzubide, Arqueles Vela, Gallardo, entre otros, y toman elementos de corrientes vanguardistas de Europa, principalmente del futurismo, y lo mezclan con “mole de guajolote”. El estridentismo busca La posibilidad de un arte nuevo, juvenil, entusiasta y palpitante, estructuralizado novidimensionalmente, superponiendo nuestra recia inquietud espiritual, al esfuerzo regresivo de los manicomios coordinados, con reglamentos policíacos, importaciones parisienses de reclamo y pianos de manubrio en el crepúsculo. La exaltación del tematismo sugerente de las máquinas, las explosiones obreriles que estrellan los espejos de los días subvertidos. Vivir emocionalmente. Palpitar con la hélice del tiempo.
Ponerse en marcha hacia el futuro [Segundo manifiesto estridentista]. Abogan por los avances modernos y su repercusión social, ya sea la narración del cosmopolitismo y las metrópolis; la predilección tecnológica en forma (las metáforas estridentistas), como en fondo (los personajes), apoyando la frase de Marinetti: “un auto de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia”, y aún más hermosos son la metrópoli, el telégrafo, el ascensor, el celuloide, los teléfonos, las locomotoras, los cláxones de los autos, los anuncios luminosos... entre un largo etcétera. Tan largo como las señoritas que deambulan en la novela de Arqueles Vela.
Arqueles Vela (1889-1978) escribió dentro del estridentismo tres relatos cortos: “La señorita etcétera” de 1922, “El café de nadie” y “Un crimen provisional” ambos de 1926, publicados por Ediciones de Horizonte en Jalapa, Veracruz. Vela fue el cultivador del cuento y la prosa estridentista, en diarios capitalinos como “El Universal Ilustrado”, donde un año después del inicio estridentista publica La señorita etcétera, la primera novela vanguardista hispanoamericana, y desaparecida de la historia literaria pues ese mismo año se publica La tierra baldía de Eliot, Ulises de Joyce y Trilce de César Vallejo. Aunque la fuerza narrativa sea menor que las tres obras contemporáneas, La señorita Etcétera reúne elementos destacables. Como bien dice Evodio Escalante, la novela “se trata de una prosa veloz, relampagueante, inusitada en el uso de los verbos, y que organiza el relato
A través de cuadros o escenas de corta duración. Con este texto se inicia propiamente la narración fragmentaria”.
La narración fragmenta espacios y descarta tiempos precisos, por ello, la ciudad adquiere un punto determinante; los espacios conforman a los personajes, y a través de las locaciones se reconstruye la historia, cambia la realidad y el personaje se sumerge en una lucha indiferente contra la realidad, como en el expresionismo alemán.
Cualquier ciudad me hubiese acogido con la misma indiferencia. En todas partes tendría que ser el mismo […] Me acostumbraría a vivir detrás de una puerta o en el hueco de una ventana. Sólo. Aislado. Incomprendido... Como no hablo más que mi propio idioma, nadie podrá comunicarse conmigo.
El personaje es un solitario que siempre busca mas no encuentra; un ser que se pierde entre sus mapas imaginarios: en el cine, en el café, en el hotel, en la peluquería, en el tranvía, en cada lugar que el protagonista recorre, el espacio se convierte en parte del ser, pero la misma ciudad lo expele. Esta actitud la justifica Vela, al crear un personaje pueblerino que llega a una metrópoli. El vacío que experimentan los personajes, sólo es llenado por la transfiguración de la realidad.
Bajo el azoramiento de las calles desveladas de anuncios luminosos, me dejaba estrujar por sus turistas, sus mujeres elegantes, sus “snobs” de la moda y del sistemático vagar por las aceras desenfrenadas. Los estridentistas, al igual que los contemporáneos, se sumergen entre las calles adoquinadas de México y abandonan el campo revolucionario. Las metrópolis son su espacio y el constante peregrinar por sus calles los lleva a conformar la primera literatura urbana en México. Antes del siglo XX, la ciudad de México era una ciudad grande, poblada y cercada por el campo, después fue un centro cosmopolita, donde la gente caminaba Divagando por las calles desteñidas, con la tenacidad de eternizar su incontrolable figura, me refugiaba, intermitentemente, bajo las pestañas de las marquesinas.
Aunque uno de los postulados estridentistas es la veneración de la urbe, en La señorita Etc., el protagonista-autor habla del miedo a la mecanización, de la deshumanización, y en ello se aleja de la vanguardia mexicana, para centrarse en la alemana.
La vida casi mecánica de las ciudades modernas me iba transformando... Me volvía mecánico... La ciudad se convierte en metrópoli por la gente, pero la maravilla se suscita por los avances tecnológicos, desde el telégrafo hasta el tren, de los coches ruidosos a los aviones invisibles, por todos los cambios vertiginosos de la ciencia y su aplicación cotidiana: Esta pasión estridentista por las máquinas se muestra en el siguiente pasaje de una forma precisa y preciosa, en el que compara el funcionamiento tecnicista con la descripción de la fisonomía, los sentimientos y las emociones de los personajes. Cuando ella desató su instalación sensitiva y sacudió la mía impasible, nos quedamos como una instancia a oscuras, después de haberse quemado los conmutadores de espasmos eléctricos.
El orgasmo se esconde en amperes, se distribuye por hertz, y provoca espasmos eléctricos mucho mayores que cualquier sentimiento humano. En La señorita etcétera observamos la deshumanización, tan popular en la ciencia ficción de los años cincuenta, y el enamoramiento en torno a la generalización. Para mostrar esto, Vela conforma una de las frases más despampanantes y terroríficas a la vez, de la literatura vanguardista, donde los adjetivos más precisos son los tecnocráticos. Nuestros receptores interpretaban silenciosamente, por contacto hertziano, lo que no pudo precisar el repiqueteo del labio.
Por este tipo de comparaciones, se considera a los estridentistas, como simples copias burdas de los futuristas, que adoraban la tecnología y la veían como la prolongación del hombre inteligente. Ello se cree porque Marinetti, al ser el primero en conformar una vanguardia, se erige como efigie transformadora, y sus postulados pasan a otras vanguardias. Uno de los postulados más repetidos determina que los retratos de la realidad son en movimiento.
La calle fue pasando bajo nuestros pies, como una proyección cinemática. Todas las noches como en un sueño, yo desenrollaba mi ilusión cinemática. Además, la velocidad de los trenes, de los cines, de los albores del siglo XX son conflictivos, porque dominan la esencia de la velocidad, nosotros nos centramos en la ansiedad por el instante perdido. Esta velocidad desfragmenta, porque en lugar de ver el todo ven una suma de instantes que no da pie al paisaje sino a la unión de símbolos cubistas No me quedaría de ella sino la sensación de un retrato cubistaque muestra la imagen como un mosaico, donde no hay anécdota, ni argumento, ni personajes delineados; pues se basan en una asociación de elementos imposibles de concretar, determinados por la lógica espacial, y vistos desde varios enfoques.
Los espejos multiplicaban simultáneamente, con una realidad irrealizable de prestidigitación, las imágenes de mi catálogo descuadernado. Si todo es prestidigitación, nunca descubrimos las esencias de la historia, ni el constante buscar del personaje, pero vislumbramos el inicio de la literatura irregular en México, una literatura atrevida que apuesta por la inteligencia del lector, sin concederle pausas, con cambios temporales-espaciales y creando esa rapidez que buscaban porque en El balanceo premeditado de las irregularidades de la vía, sacudiendo las sombras del vagón, desintegraba un sueño de doscientos kilómetros.
Un sueño de doscientos kilómetros que, como determina Schneider, “tiende a apresar una emoción intelectualizada con base en una libre asociación de imágenes, líricas desde todo punto de vista y sin ninguna relación descriptiva”.
Había peregrinado mucho para encontrar la mujer que una tarde me despertó de un sueño. Y hasta ahora se me revelaba. Presentía sus miradas etc… sus sonrisas etc… sus caricias etc… Estaba formada de todas ellas… Era la Señorita Etc.
Compleja de simplicidad, clara de imprecisa, inviolable de tanta violabilidad La señorita Etcétera da pie a la literatura vertiginosa que se cosecha en los cincuenta, y revoluciona una literatura que en momentos se aletarga. Esperemos que en estas épocas los escritores convulsionen las letras latinoamericanas cargadas de sopor.
Referencias bibliográficas
Evodio Escalante, “Ochenta años de la Señorita Etcétera”, La Jornada
Semanal, 10 de marzo de 2002.
Luis Mario Schneider, “Introducción”, El estridentismo: La vanguardia
Literaria en México, México: UNAM, 1999.
___________, El estridentismo o una literatura de la estrategia.
Jorge Schwartz et al., Las vanguardias latinoamericanas, México: Tierra
Firme, FCE, 2002.
Arqueles Vela, “La señorita etcétera” en Luis Mario Schneider, El
Estridentismo o una literatura de la estrategia, México: Conaculta, 199
Gracias por rescatar un movimiento nacionalista que debemos hacer prevalecer para que nuestra identidad mexicana no se desdibuje en la globalización.
ResponderEliminar